jueves, 18 de julio de 2013

A los poetas - de Jean Nicolás Arthur Rimbaud (1854 - 1891)




El poeta busca su alma, la inspecciona, la tienta, la aprende. Una vez que la conoce...la cultiva...Es preciso ser vidente, hacerse vidente. Y el poeta se hace viendo, mediante un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura, él se busca a sí mismo, ensaya en sí todos los venenos, para guardar su quintaesencia. Inefable tortura en la que se necesita toda la fe, toda la fuerza sobrehumana. ..se convierte en el gran enfermo entre todos, en el gran criminal, el gran maldito y el sabio supremo...porque llega hasta lo desconocido.

El poeta es verdaderamente el ladrón del fuego. Está cargado con toda la humanidad, también con los animales, deberá hacer sentir, palpar, escuchar sus invenciones, si lo que él trae de allá abajo posee forma, él le da forma, si es informe, él lo da informe.
Queda por encontrar un lenguaje, toda palabra siendo una idea...Esta lengua será del alma para el alma... perfumes, sonidos, colores, el pensamiento captando al pensamiento y atrayéndolo hacia sí.

El poeta definirá la cantidad de lo desconocido despertándose en su tiempo en el alma universal. La enormidad convertida en norma absorbida por todos será un multiplicador del progreso. Este porvenir lo veréis. Siempre llenos de números y armonía...Y la poesía no hará que la acción sea rítmica, sino que estará anticipada.

Estos poetas existirán ! Cuando se rompa la infinita servidumbre de la mujer, cuando ella viva para sí y por sí, y el hombre le haya dado su libertad, entonces la mujer será también poeta y encontrará lo desconocido.
Sus mundos de ideas serán distintos a los nuestros?
Ella encontrará cosas extrañas, insondables, rechazables, deliciosas...
nosotros las tomaremos y las comprenderemos. "

Carta de Rimbaud a Paul Demeny, 15 de mayo de 1871.

"Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas yo se expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte y haber nacido poeta, y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía. Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir: me piensan. Perdón por el juego de palabras. Yo es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo!"

carta de Rimbaud a su profesor Georges Izambard y ahí terminó la amistad entre ambos, porque dicho y hecho, el profesor no entendió nada.


miércoles, 17 de julio de 2013

Rabindranath Tagore - La cosecha


“El pez es mudo en el agua; el animal, ruidoso en la tierra; el ave cantora en el aire. Pero el hombre tiene en sí la música del cielo, el alboroto del mundo y el silencio del mar”

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Si, aunque los días trastornen mi camino con su polvo ocioso, yo me encontraré con mi Vida interior,
con esa Alegría que se oculta dentro de mi vida. A veces, he vislumbrado sus destellos; y rachas de su aliento me han puesto a veces, un instante, fragantes mis pensamientos.

Sí, yo he de encontrar esa Alegría de afuera, que me oculta el velo de la luz. Y me erguiré en la soledad
desbordada, donde todas las cosas son vistas como por su Creador!

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El incienso anhela desaparecer en aroma, el aroma regresar al incienso. La melodía busca encadenarse al ritmo, mientras el ritmo se recoge en melodía. La idea busca su cuerpo en la forma.La forma su libertad en la idea. El infinito busca el contacto con lo  finito. lo finito su liberación en lo infinito. ¿Qué drama existe entre creación y destrucción...Este incesante vaivén entre idea y forma? La limitación persigue la libertad. Y la libertad busca descanso en la limitación.

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Cuando pensé hacer tu imagen con mi vida, para que los hombres la adoraran, yo te dí mi ceniza y mis deseos, mis ilusiones, mis sueños de colores.

Cuando te pedí que hicieras con mi vida la imagen de tu corazón, para que tú la amaras, tú me diste tu fuego, tu hierro, tu verdad, tu hermosura y tu paz.

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El perfume suspira en el capullo: "Ay, se va el día feliz de primavera, y yo estoy preso en estas hojas cerradas!" -"Espera, pobre perfume. Tu cárcel estallará, se abrirá en flor tu capullo; y tu muerto tú en lo mejor de tu vida, seguirá viviendo la primavera."
El perfume aletea, ahogándose, dentro del capullo y suspira: Ay, las horas se pasan, y yo no sé qué quiero, ni adónde iré!" -Espera, pobre perfume. La brisa de primavera te ha oído ya, y antes que muea el día, sabrás lo que deseas."
El perfume le grita desesperado a su oscuro porvenir: "Ay, quién me ha dado esta vida sin razón? Quién me diría lo que seré?" -Espera, pobre perfume. Ya está llegando la aurora perfecta. Y tu vida se va a unir a la vida total, y vas a saber por qué has nacido."

...

La primavera ha entrado en mi cuerpo con sus hojas y sus flores. Toda la mañana están las abejas zumbando en mí; y los vientos ociosos juegan y juegan con mis sombras.
Una dulce fuente mana del corazón de mi corazón; la alegría lava mis ojos como el rocío la mañana; y la vida tremola en todo mi ser, como la cuerda de un laúd.
Amor de mis días sin fin, solitario vagabundo de las costas de la vida, donde se derrama el mar alto; no revolotean alrededor de ti las mariposas de mil colores de mis sueños! No es este eco de mis cavernas oscuras, el eco de tus canciones?
Quién más que tú podrá oír este racimo de las horas, que hoy vibra en mis venas; estos pies alegres que bailan en mi corazón, este clamoreo de vida que bate sus alas inquietas en mi cuerpo?

...

Viniste un momento a mí, y yo sentí en tu roce el gran misterio de la mujer que vive en el corazón del universo; la que siempre está devolviendo a Dios su propio río de dulzura; la belleza siempre fresca y joven de la naturaleza, que salta en los arroyos espumantes, y canta en la luz de la mañana, y nutre con olas de anhelo la tierra sedienta; ésa en donde el Eterno se parte en dos, en una alegría que ya no puede contenerse, y se derrama, con dolor, por el amor.

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Me dijo la Nube: "Me voy". La Noche: "Yo me echo en la hoguera de la aurora".
El Dolor me dijo: "Yo me quedo, como la huella de su pie callado".
"Yo me muero llena", me dijo la Vida.
La Tierra me dijo: "Mis luces te besan, en todo, tus pensamientos".
"Pasan los días", me dijo el Amor, "pero yo te espero".
Me dijo la Muerte: "Yo voy remando en tu bote, por el mar"

...

Me aferro a mi cuerpo, pobre tabla viva, por la estrecha corriente de mis años terrenales.
Cuando termine la travesía, lo dejaré. Y entonces?
Quién sabe si allí luz y oscuridad serán lo mismo!
La libertad eterna es lo Desconocido, impío en su amor, que aplasta la concha de la perla muda en su cárcel de sombra.
No llores más, ni pienses en los días que fueron, corazón mío! Alégrate, que otros días van a venir, y tu hora está dando, peregrino! Ya es tiempo de que tomes por la senda nueva!
Su rostro perderá el velo, una vez más, y tú lo mirarás con tus ojos!

...

Estaba Sanatan rezando su rosario junto al Ganges, cuando llegó a él un Bramin harapiento y le dijo:
"Una limosna a este pobrecito!"
"He dado todo lo que tenía" respondió Sanatan; "lo único que me queda es mi platillo"
"Pues Shiva, nuestro Señor, me ha visitado en sueños, y me ha dicho que viniera" dijo el Bramin.
Sanatan recordó de pronto que había encontrado una piedra preciosa entre los guijarros de la ribera, y que la había escondido en la arena por si alguien la necesitaba.
Le dijo al Bramin donde estaba la piedra, y el Bramin la desenterró pensativo. Y se sentó en el suelo y estuvo meditando en soledad hasta que el sol se puso tras los árboles y los pastores volvieron con los ganados a sus hogares.
Entonces se levantó, se fue despacio hasta Sanatán y le dijo:
"Maestro, lo que quiero es un pedacito de esa riqueza que desprecia todas las riquezas del mundo"
Y echó la piedra preciosa al agua.

...

Noche, Noche velada, hazme tu poeta! Déjame entonar las canciones de todos los que, por siglos de siglos, se han sentado en silencio a tu sombra! Súbeme en tu carro sin ruedas que corre silencioso de mundo a mundo, tú, reina del palacio del tiempo, la oscuramente hermosa!
Cuánto entendimiento afanoso ha penetrado mudo en tu patio, y ha vagado por tu casa sin lámpara, preguntándote! Que de corazones, que la mano de lo Desconocido pasó con la flecha de la alegría, han estallado en cánticos que sacudían tu sombra hasta sus cimientos!
Hazme Noche, el poeta de estas almas despiertas que contemplan maravilladas, a la luz de las estrellas, el tesoro que han encontrado de repente; el poeta de tu silencio insondable, Noche!

Govinda, el gran maestro seike, leía, sentado en la roca, las escrituras; cuando Raghunath, su discípulo
orfulloso de sus riquezas, llegó hasta él y le dijo inclinándose: "Te traigo un pobre regalo, indigno de ser aceptado por ti"
 Y lució ante su Maestro un par de brazaletes de oro y piedras preciosas.
El Maestro tomó uno de ellos y lo hizo jirar en su dedo; y las piedras preciosas echaban flechas de luz. De pronto, se le salió del dedo y cayó, saltando por la roca, al agua.
Raghunath dio un grito y se arrojó al río. El Maestro volvió sus ojos al libro. Y el agua aprisionó y oculto su robo, y siguió su curso.
Cuando Raghunath volvió, cansado y chorreante a su Maestro, el día se estaba ya apagando. Anhelante, le dijo: "Si me dices dónde cayó el brazalete, quizás pueda encontrarlo todavía"
El Maestro tomó el otro brazalete, y tirándolo al agua, le respondió: "Allí!"



lunes, 15 de julio de 2013

Ensayo sobre el Budismo - Oscar del Barco


Presentamos un ensayo inédito del filósofo cordobés referido a la praxis budista y sus aportes fundamentales al pensamiento universal.

La dificultad del místico para hablar o escribir de eso a lo que se llama experiencia mística se debe a que quién habla es lo Absoluto, y lo Absoluto implica necesariamente todo, de allí que cualquier afirmación se transforme de inmediato en supuesto y no pueda detenerse. Si uno pudiera preguntar ¿cómo piensa lo absoluto? diría: así, disolviendo el lenguaje a medida que lo anuncia, llevando el lenguaje a un punto extremo de indecibilidad donde sólo queda el acto, ya se trate de levantar una flor en silencio, como hizo Buda, o llorar como hizo Subhuti. Hablar, entonces, siempre es una vuelta hacia lo imposible: incluso levantar una flor, incluso llorar, incluso el TOC del bastón contra el atril ya es excesivo. No obstante se vuelve, y a ese volver se lo llama Bodhisattva: vuelve por amor, por compasión, y entonces puede recorrer la India, o China, o América, durante años, tratando de suscitar en cada uno de los seres humanos el estado-de-absoluto.

El budismo comenzó con ese estado (en realidad Buda es un estado, sin persona) a partir del cual todo está en actualización (no-nacimiento, no-muerte): la estrella de la mañana es ese instante absolutamente nuevo que acontece como revelación. Todo es estrella de la mañana, todo es esta tela de araña, este árbol, este que escribe. Pero todo es así porque no es, y porque no es es así, podríamos decir parafraseando al Sutra-Diamante. Y creo que jamás se ha pronunciado una verdad que vaya más allá de ésta. En el todo, como todo, no puede decirse nada, y lo que se dice es en el volver hacia los otros. El que no existe vuelve hacia los que no existen, y por ese volver existen. La otra alternativa era y es la muerte, el silencio. No el silencio significativo, sino el silencio sin más. Es un misterio inexplicable ese volver que hace el mundo. Pero es así: en el fondo del aniquilamiento hay una fuerza sin nombre que salva lo aniquilado.

El budismo-zen se “inicia” con esa ficción monumental, en sentido nietzscheano, del encuentro del Bodhidharma con el Emperador de Wu. Se trata de tres actos: en el primero el emperador hace gala de sus obras piadosas, Bodhidharma simplemente dice “ningún mérito”; en el segundo el emperador sorprendido lo interroga a Bodhidharma sobre su comprensión de lo sagrado, éste le responde “Vasto vacío; nada sagrado”; el emperador, que debe haber sido un buen budista, fue abrumado por semejante respuesta y sólo atinó a lanzar su última y vacilante pregunta, “¿Quién eres?”, Bodhidharma respondió no sé. No se trata de que no existan buenas obras, de que no exista nada cerrado, ni de que Bodhidharma no supiera quién era. Se trata de lo absoluto: en lo absoluto no existen cosas buenas o malas, ni sagradas ni profanas, ni Bodhidharma ni no-Bodhidharma. Y en ese punto hay un corte neto con Sócrates, el pensador que en gran medida funda la historia filosófica de Occidente; mientras Sócrates hace de su no-saber un método que le permite fundar un saber (sé que no sé y ése es mi saber), Bodhidharma corta todo discurso, toda dialéctica, y dice ese no sé que abre otro modo del espíritu. Sócrates se abroquela en el hombre, habla como hombre-de-la-razón; Bodhidharma deja caer al hombre y deja hablar al absoluto, sin hablar.

Ese es el abismo de la diferencia del budismo con la filosofía y con la religión. El budismo se retira y así “avanzan las diez mil cosas”; la filosofía y la religión avanzan sobre las “diez mil cosas”. La filosofía se enreda en el discurso racional que en realidad no puede hablar de lo que verdaderamente interesa (como diría Wittgenstein); la filosofía, las religiones, institucionalizan humanamente, siempre desde el poder, lo indecible: tanto una como otra buscan dominar el absoluto mediante la puesta en acto de una hipóstasis idolátrica. El budismo abandona al hombre, abandona a Buda (dice: si ves al Buda, mata al Buda; ¡atención, no te dejes someter, eres ése lugar-sin-lugar, ese algo absoluto!), abandona la estrella de la mañana, la flor, el no sé de Bodhidharma. En ese abandono-caída se oye TOC, y no hay ni ese TOC, o hay TOC sin TOC, pensamiento que es no-pensamiento, no-Buda, como dice Dōgen. La expresión de la totalidad del universo es su no-expresión, ahí, en ese no-lugar, en ese no-tiempo, sólo la estrella de la mañana como vuelta; y la vuelta está mostrada en ese relato del antes y el después de la iluminación: siempre el mundo, los ríos, las mujeres, el cielo; antes y después iguales; pero, entonces, ¿qué es lo que ha pasado? Antes el río era un río con río, ahora es un río (¡el mismo río!) pero sin-río: pensamiento-sin-pensamiento.

Para la filosofía pensar implica esencialmente alguien que piensa y algo pensado; el pensamiento viene a ser un puente entre un sujeto y un objeto que están separados por un abismo insuperable. Cuando se produce la abrupta apertura (llamada iluminación) lo que cae es el sujeto sustancial y el objeto sustancial, y lo que queda es el puente, un puente sin apoyaturas: si no hay nadie que piense y nada que pensar, lo que queda es ese pensamiento-sin-pensamiento. ¿Cómo decirlo si precisamente decirlo es no-decirlo? No obstante, el intento de decirlo llena bibliotecas enteras, y en Oriente más que en ninguna parte. Los viejos maestros, mucho antes que el Buda, con el Buda y después del Buda, lo dijeron miles de veces y en todas las formas posibles, y después lo escribieron en innumerables textos (¿acaso uno de los grandes votos no es el de la salvación?). Lo dijeron, por supuesto, para salvar a los hombres, para “redimirlos” como afirmó Jesús. Pero salvarlos implicaba e implica una transmutación radical; no es hablar para tranquilizar a cada uno en sí mismo, para dejar todo tal como está: la tranquilidad, la comodidad, la seguridad del hombre, cada uno fijo en su lugar; precisamente es el no-lugar, el no-sé; y para ese logro es necesaria una mutación, una suerte de potlach donde lo sacrificado es el sí-mismo en cuanto sujeto. Aceptar esa muerte, vivirla, consumarla, tal es la empresa que supone el decir del budismo (y también de otras grandes corrientes místicas como la cábala y el hasidismo en el judaísmo, el sufismo en el islamismo, los “iluminados” en el cristianismo).

Este decir no significa sólo decir, sólo verbo. Significa esencialmente actos que cortan el decir-discursivo, la dialéctica del discurso (en cuanto logos). Buda se negó a discutir sobre el más-allá, permaneció mudo, y cuando Ananda lo interrogó al respecto simplemente señaló que si se entra en la lógica del discurso se cae en una trampa. El mismo sentido tiene la respuesta de Josu cuando le preguntaron si un perro tiene naturaleza de Buda y respondió con un Mu que aún hoy vive en lo más intenso y liberador de la práctica budista. También es el no-sé de Bodhidharma: ¿Podemos imaginar qué hubiera pasado si el Bodihiharma hubiera respondido discursivamente a las preguntas del emperador? Sin lugar a dudas se hubieran engarzado en un auténtico diálogo socrático sin salida. La espada-de-Mu cortó definitivamente toda posibilidad de discurso, lo mismo que el “sonido de una sola mano”, lo mismo que el no-sé, lo mismo que el canto del zorzal que cualquiera puede estar oyendo en cualquier lugar.

Lo que se trató de encontrar fue la manera de producir en el otro la catástrofe que es el despertar: que el otro se despierte, se ilumine. ¿Cómo lograrlo si el discurso no puede lograrlo y si lo único que tenemos es el discurso? ¿Habrá una forma de decir que sea no-discursiva, que sea un acto? No había otra alternativa: o se abandonaba a los hombres a su siniestro destino o se intentaba esa salvación paradojal que no tiene a quién salvar ni quién salve. Este callejón sin salida fue y sigue siendo la más profunda encrucijada histórica, la que se produce en cada uno en todo momento. El voto reconoce el hecho de la compasión, y no a la inversa: hago el voto de salvar porque ya la compasión me domina absolutamente, no soy yo quien tiene compasión sino que la compasión ha disuelto mi yo en su gran hálito. Pero eso no bastaba; no era suficiente el hecho de la compasión, pues uno puede tener compasión y no saber qué hacer para convertirla, precisamente, en lo que salva. En este terreno la originalidad del budismo fue total: logró hacer común el acto de revelación del sí-mismo absoluto. En tanto los místicos eran patrimonio de ciertos individuos privilegiados, el budismo dice: desde el inicio de los inicios eres ya Buda; no sólo lo eres cuando te sientas en profunda meditación, ni cuando eres tomado y elevado por la iluminación, sino que lo eres a cada instante, a cada TOC que da la vida resonando en toda cosa. Todo es absoluto, cada pequeña hierba, cada grano de polvo, cada pulsación, cada mirada, cada palabra. No hay privilegios; todos, ya somos absolutos (y por eso mismo no-somos: no somos un yo, un encierro, una parte). El budismo actualiza eso, lo vuelve un acontecimiento cotidiano, por eso un maestro definió el budismo como “la vida cotidiana”; la vida común cotidiana, como lavarse, hacer la comida, ir al trabajo. Nada hay que no sea cotidiano, común, absoluto; nada hay que no sea belleza absoluta, alegría absoluta, pena absoluta. A todo esto junto, unido de manera inescindible, el budismo lo llama práctica.

En Occidente lo práctico se opone a lo teórico; para el budismo la práctica es lo mismo que el saber, pero vistos desde distintos ángulos. No hay saber sin práctica: la sed –dicen– no se sacia hablando-de el agua sino bebiendo; no por hablar (o teorizar) sobre la extinción del sujeto el sujeto se extingue realmente. Parece simple, y sin embargo ese beber el agua es lo más difícil: la dificultad está en todos los impedimentos que se interponen entre el hablar-de el agua y beber el agua, entre hablar del absoluto y vivir-ser-absoluto (pero podemos serlo porque ya lo somos, esto es lo esencial), entre teoría y práctica. Sin embargo, para quien pueda beber agua nada hay más fácil que hacerlo. Cuando corto leña, corto leña; cuando leo, leo; cuando hago el amor, hago el amor; cuando lloro, lloro… parece fácil, mas me atrevería a decir que nada hay más difícil para cualquiera que cortar leña cuando corta leña. Desde cierto punto de vista podríamos decir que el budismo es un método (pero advirtiendo, ya lo dijimos, que no hay método o práctica pura, desvinculada de todo lo demás, es decir, de lo absoluto) para que seamos eso que ya somos: vasto vacío (pero vacío como absoluto, no como algo hueco, como vacuidad existencialista). Y ese método está allí, compasivamente, amorosamente, puesto al alcance de todos, sin envidias, sin narcisismos, sin mezquindades, porque todo es todo, porque todo es actualización-acción del vacío absoluto. “Si ves al Buda mata al Buda” es casi un precepto, algo que debe ser realizado. Se sabe que el perro tiene naturaleza Buda, pero decirlo por decirlo, preguntarlo por preguntarlo, equivale a seguir hablando-de el agua; Mu no es una respuesta sino una disimetría, como la que pone en acto Bodhidharma con su no-sé. La práctica budista dice ¡atención! y muestra el kōan y el shikan-taza; el kōan y el shikantaza no son meros instrumentos para aprender a beber, son ya el beber, pero a su vez hacen que el hombre-niño beba esa gotita que arrima a sus labios. Si fueran distintos al beber nunca, jamás, lograrían que uno beba, pues serían dos sustancias por definición ajenas la una a la otra, sujeto y objeto eterna y absolutamente distintos y separados. Aquí tanto el sentarse (sa), como la meditación (zen), como el kōan y el shikantaza son formas actuales del acontecer absoluto. Si uno cree que el vacío-absoluto es algo como la luna, allá a lo lejos en el cielo, nunca lo tendrá por más que se siente y medite por millones de años (un viejo maestro zen se burló de su discípulo que estaba sentado-para lograr la iluminación, poniéndose a refregar un ladrillo contra otro ladrillo para, como le dijo, convertirlo en un espejo. Ni en millones de años el ladrillo se convertirá en un espejo)…

D. T. Suzuki sostiene que el kōan es el gran aporte del budismo zen a la historia de los seres humanos. No sólo decir que cada ser es absoluto, ni que cada ser puede acceder a la vivencia o actualización de ese absoluto, sino además decirle a cada uno y a todos, de la manera más sencilla, cómo hacerlo, cuál es el camino, el tao, tal es el aporte esencial del budismo, su fuerza pacífica, su necesariedad actual, en momentos en que la humanidad en su conjunto es amenazada con la destrucción. El kōan es la forma de la compasión absoluta. Esta es la auténtica donación que puede fundar “lo que salva”. La debilidad del kōan es francamente inconmensurable ante el despliegue y el desarrollo de la técnica; no obstante constituye, junto con los distintos y auténticos movimientos espirituales de otras tradiciones tanto de oriente como de occidente, la única posibilidad de supervivencia que tienen los hombres: sólo una extremada espiritualidad (la del que asciende penosamente hasta el extremo superior de un poste, y desde ese extremo sigue subiendo, como pide un viejo maestro que nos advertía sobre estas cosas) podrá sobreponerse al también extremo crecimiento maligno de la enajenación. Y para esto no hay tiempo (TOC, golpearía con su bastoncito el “maestro”): todo es ahora. Es ahora sentarse, comer, la perdición, la salvación. TOC, TOC, ahora, ahora. Nada más.


18/09/2012 / Por Oscar del Barco

miércoles, 10 de julio de 2013

Simone de Beauvoir (1908-1986)



Simona Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir (1908-1986)
Pensadora y novelista francesa, representante del movimiento existencialista ateo y figura importante en la reivindicación de los derechos de la mujer.




"Sobre las páginas impresas no encuentro el rastro de los días en que las escribí:ni el color de las mañanas y de las noches, ni los estremecimientos del miedo, de la esperanza; nada. Sin embargo, mientras las arrancaba laboriosamente de la nada, el tiempo se quebró, el piso se movió y yo cambié"

"Sé que uno nunca puede conocerse, sino solamente narrarse"

"He comprendido que para hacer descubrimientos, lo esencial no es percibir aquí y allí resplandores que los demás ni siquiera sospechan, sino precipitarse sobre ellos dejando de lado todo lo demás.."

"Sin embargo, me vi llevada a revisar ciertos postulados que hasta entonces había considerado inconmovibles: me confesé que era abusivo confundir a otro y a mí misma bajo el equívoco de una palabra demasiado cómoda: nosotros.

Había experiencias que cada cual vivía por su cuenta; yo siempre había sostenido que las palabras fracasan en dar la presencia misma de la realidad. Tenía que sacar consecuencias. Yo hacía trampa cuando decía. "Somos uno solo".

Entre dos individuos, la armonía nunca está ganada, debe conquistarse indefinidamente..."

"Existe en todo ser un "irrompible carozo de oscuridad" (André Bretón) algo que ni las rutinas sociales ni los lugares comunes del lenguaje consiguen traspasar, pero que estalla a veces escandalosamente. En esas explosiones siempre se revela una verdad y encontramos impresionados las que descubren una libertad"

extractos del texto "La plenitud de la vida" de Simone de Beauvoir

Walt Whitman




Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,

el mas grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
por que conozco la amplitud del tiempo.
...
Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces todo lo que hay de grande en la Tierra y en el Sol
(existen además millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano,
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.
...
He oído lo que hablaban los habladores,
la fábula del principio y del fin.
Pero yo no hablo ni del principio ni del fin.

Nunca hubo más principio que ahora,
ni más juventud ni vejez que ahora,
ni habrá más perfección que ahora,
ni más infierno ni cielo que ahora.
Impulso, impulso, impulso,
siempre el impulso generador del mundo.

De la penumbra surgen iguales elementos contrarios,
siempre la sustancia y el crecimiento, siempre el sexo,
siempre un tejido de identidades, siempre lo diferente,
siempre la vida se engendra.

De nada sirve elaborar; los doctos y los ignorantes lo saben.

Seguros como la certidumbre más firme, seguros y afianzados,
inconmovibles, cimentados, estables.

Fuertes como un caballo, afectuosos, soberbios, eléctricos,
Yo y este misterio nos enfrentamos aquí…

Walt Whitman