miércoles, 26 de abril de 2017

Ella y el mar - Clarice Lispector - Ana Cortiñas Payeras



"Ahí estaba el mar, la más ininteligible de las existencias no humanas. Y ahí estaba la mujer, de pie, el más ininteligible de los seres vivos. Como el ser humano había hecho un día una pregunta sobre sí mismo, se había vuelto el más ininteligible de los seres por donde circulaba sangre. Ella y el mar.
Sólo podría haber un encuentro de sus misterios si uno se entregase al otro: la entrega de dos mundos incognoscible realizada con la confianza con que se entregarán dos comprensiones.
Ella miraba el mar, era lo que podía hacer. El solo le era delimitado por la línea del horizonte, esto es, por su incapacidad humana de percibir la curvatura de la tierra.

Debían ser las 6 de la mañana. El perro suelto vagaba en la playa, el perro negro. Por qué un perro es tan libre? Porque él es el misterio vivo que no se indaga. La mujer duda porque va a entrar.
Su cuerpo se consuela de su propia exiguidad en relación con la vastedad del mar porque la exiguidad del cuerpo es lo que le permite mantenerse caliente y delimitado, y  lo que la volvía pobre y libre, con su parte de libertad de perro en las arenas. Ese cuerpo entrará en el ilimitado frío que sin rabia ruge en el silencio de la madrugada. La mujer no lo sabe: pero está juntando valor. Con la playa vacía a esa hora, no tiene el ejemplo de los otros humanos que transforman la entrada en el mar en un simple juego leve de vivir.

Ella está sola. El mar salado no es sólo porque es salado y grande, y eso es una realización de la Naturaleza. El coraje es que, aún sin conocerse, prosigue y actuar sin conocerse exige coraje.
Va entrando. El agua saladísima está tan helada que le da escalofríos y agrede ritualmente sus piernas. Pero una alegría fatal -la alegría es una fatalidad- se apoderó de ella, aunque ni se le ocurra sonreir. Por el contrario, está muy seria. El olor del mar es tan entumecedor que la despierta de su más adormecido sueño secular.

Y ahora está alerta, aún sin pensar, como un pescador está alerta sin pensar. La mujer es ahora una compacta y una leve y una audaz -y abre camino en la frigidez que, líquida, se enfrenta a ella, y sin embargo la deja entrar como en el amor en que el enfrentamiento puede ser un pedido secreto.

El camino lento aumenta su coraje secreto -y de repente se deja cubrir por la primera ola! La sal, el iodo, todo líquido la deja por unos instantes ciega, toda empapada-espantada de pie, fertilizada.

Ahora que el cuerpo está íntegramente mojado y del pelo gotea agua, ahora el frío se vuelve gélido. Avanzando, abre las aguas en dos. Ya no necesita valor, ahora ya es antigua en el ritual retomado que había abandonado hace milenios. Sumerge la cabeza dentro del brillo del mar y retira su melena que sale goteando sobre sus ojos salados que arden. Juega con una mano en el agua, pausada, el pelo al sol casi inmediatamente se va endureciendo por la sal. Con las palmas de las manos y con la altivez de los que nunca darán explicaciones ni a ellos mismos: con las palmas de las manos llenas de agua, la bebe en tragos grandes, buenos para la salud del cuerpo.

Y era eso lo que le estaba faltando: el mar por dentro como el líquido espeso de un hombre.



Ahora está toda igual a sí misma. La garganta alimentada se constriñe por la sal, los ojos se enrojecen por la sal que seca, las olas le pegan y vuelven, le pegan y vuelven pues ella es una barrera compacta.
Se zambulle de nuevo, de nuevo bebe más agua, ahora sin voracidad porque ya la conoce, y ya tiene un ritmo de vida en el mar. Ella es la amante que no teme porque sabe que tendrá todo de nuevo.

El sol se abre más y le da escalofríos al secarla, ella se zambulle de nuevo: está cada vez menos voraz y menos aguda. Ahora sabe lo que quiere: quiere quedarse de pie parada en el mar. Quedarse así, nomás. Como contra los costados de un barco, el agua pega, vuelve, pega,vuelve. La mujer no recibe transmisiones ni transmite. No necesita comunicación.

Después camino dentro del agua de vuelta a la playa, y las olas la empujan suavemente ayudándola a salir. No está caminando sobre las aguas -ah nunca haría eso después que hace milenios ya habían andado sobre las aguas- pero nadie le quita eso: caminar dentro de las aguas. A veces el mar le ofrece resistencia a su salida arrastrándola con fuerza hacia atrás, pero entonces la proa de la mujer avanza un poco más dura y áspera.

Y ahora pisa la arena. Sabe que está brillando de agua, sal y sol. Aunque lo olvide, nunca podrá perder todo eso. De alguna forma oscura su pelo goteando es de náufrago. Porque sabe- sabe que ha corrido un riesgo. Un riesgo tan antiguo como el de ser humano"
...

"Había llegado al punto de creer en un Dios tan vasto que él era el mundo con sus galaxias: había visto eso el día anterior al entrar en el mar desierto sola. Y a causa de la vastedad impersonal era un Dios al cual no se le podía implorar: lo que se podía hacer era juntarse con él y ser grande también."

Clarice Lispector - "Un aprendizaje o el libro de las pasiones"



La mudanza trae desasosiego. Hormigas mutantes entre el corazón y la garganta, que tan pronto traen aromas de buenos augurios, como oscuros presagios.
Siento amores que nunca morirán, aunque tienen el sabor de un eterno adiós

En el desasosiego puedo ir al mar, impregnarme de las calmas de enero
Soñar que como vieja sirena me zambullo, me dejo acariciar, y mi piel se sazona y sabe a mar

En el desasosiego buceo, apnea en el útero de la madre, de la madre de mi madre, de la Madre de todas las madres
En el desasosiego reconozco todos los amores a los que dije adiós y que conservo como perlas en las ostras de mis entrañas,
ostras que nadie saqueará, ni yo misma
porque a todos los que quise y maldije, allí están calentando el caldo de la vida.
Madre fue el inicio, y Madre es final
Eterno retorno
 
Ana Cortiñas Payeras