martes, 24 de octubre de 2017

Cada uno es rojo a su manera - Irene Gruss - Gioconda Belli





Cada uno es rojo a su manera.
Como esas palmeras de Edén
tan verdes, tan rojas fueron.
Yo estuve allí, pasé vociferando
he aquí!, la luz del mediodía.
Estuve allí, allí pasé la noche,
este rojo evaporándose, desvaneciéndose,
de tan intenso fue, tan intenso tuve.
He aquí! El pájaro se asombra
de que lo miremos picotear asombrados;
todavía es un pájaro rojo.

De "La dicha" (2004)


De qué hablo

Frente al mar hondo
uno debe callar hondamente.
Uno no debe caer y
emitir por esa caída el más íntimo
sonido.
Sólo se puede hablar frente al mar hondo
cuando la luz es tan alta que
se inquieta, cuando
nuestro movimiento es suave,
casi resignado.
Uno no puede hablar
tan fáciñmente, porque hablar
así sería
inoportuno, ingrato.
Frente al mar hondo
uno debe callar, enaltecerse o retirar
suavemente, sin furia, los pies.
El ruido del mar es demasiado fuerte para
uno, para todos
a la vez.

De El mundo incompleto
Irene Gruss






Gioconda Belli


Gioconda Belli. Otra musa de nuestra inspiración. "Si eres una mujer fuerte protégete de las alimañas que querrán almorzar tu corazón. Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra: se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar. Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos hasta lo más profundo del magma de tu esencia, no para alumbrarse con tu fuego sino para apagar la pasión la erudición de tus fantasías. Si eres una mujer fuerte tienes que saber que el aire que te nutre acarrea también parásitos, moscardones, menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti. No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca a negarte la palabra, a esconder quién eres, lo que te obligue a ablandarte y te prometa un reino terrestre a cambio de la sonrisa complaciente. Si eres una mujer fuerte prepárate para la batalla: aprende a estar sola, a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo, a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta, a nadar contra corriente. Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto. Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo, rodéalo de fosos profundos, pero hazle anchas puertas y ventanas. Es menester que cultives enormes amistades, que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres, que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños. Si eres una mujer fuerte protégete con palabras y árboles e invoca la memoria de mujeres antiguas. Haz de saber que eres un campo magnético hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados y el óxido mortal de todos los naufragios. Ampara, pero ampárate primero. Guarda las distancias. Constrúyete. Cuídate. Atesora tu poder. Defiéndelo. Hazlo por ti. Te lo pido en nombre de todas nosotras.

Esto es amor

No recuerdo discursos contra mis débiles brazos,
guardando la exacta dimensión de tu cintura;
recuerdo la suave, exacta, lúcida transparencia de tus manos,
tus palabras en un papel que encuentro por allí,
la sensación de dulzura en las mañanas.

Lo prosaico se vuelve bello
cuando el amor lo toca con sus alas de Fénix,
ceniza de mi cigarro que es el humo
después de hacer el amor,
o el humo compartido,
quitado suavemente de la boca sin decir nada,
íntimamente conociendo que lo del uno es del otro
cuando dos se pertenecen.

No te entiendo y quisiera odiarte
y quisiera no sentir como ahora
el calor de las lágrimas en mis ojos
por tanto rato ganado al vacío,
al hastío de los días intrascendentes,
vueltos inmortales en el eco de tu risa
y te amo monstruo apocalíptico de la biblia de mis días
y te lloro con ganas de odiar
todo lo que alguna vez me hizo sentir
flor rara en un paraíso recobrado
donde toda felicidad era posible
y me dueles en el cuerpo sensible y seco de caricias,
abandonado ya meses al sonido de besos
y palabras susurradas o risas a la hora del baño.

Te añoro con furia de cacto en el desierto
y se que no vendrás
que nunca vendrás
y que si venís seré débil como no debería
y me resisto a crecerme en roca,
en Tarpeya,
en espartana mujer arrojando su amor lisiado para que no viva
y te escondo y te cuido en la oscuridad
y entre las letras negras de mis escritos
volcados como río de lava entre débiles rayas azules de cuaderno
que me recuerdan que la línea es recta
pero que el mundo es curvo
como la pendiente de mis caderas.

Te amo y te lo grito estés donde estés,
sordo como estás
a la única palabra que puede sacarte del infierno
que estás labrando como ciego destructor
de tu íntima y reprimida ternura que yo conozco
y de cuyo conocimiento
ya nunca podrás escapar.

Y sé que mi sed solo se sacia con tu agua
y que nadie podrá darme de beber
ni amor, ni sexo, ni rama florida
sin que yo le odie por querer parecérsete
y no quiero saber nada de otras voces
aunque me duela querer ternura
y conversación larga y entendida entre dos
porque sólo vos tenés el cifrado secreto
de la clave de mis palabras
y sólo vos pareces tener
el sol, la luna, el universo de mis alegrías
y por eso quisiera odíarte como no lo logro,
como sé que no lo haré
porque me hechizaste con tu mochila de hierbas
y nostalgias y chispa encendida
y largos silencios
y me tenés presa de tus manos mercuriales
y yo me desato en Venus con tormentas de hojarasca
y ramas largas y mojadas como el agua de las cañadas
y el ozono de la tierra que siente venir la lluvia
y sabe que ya no hay nubes,
ni evaporización,
ni ríos,
que el mundo se secó
y que no volverá jamás a llover,
ni habrá ya nieve o frío o paraíso
donde pájaro alguno pueda romper
el silencio del llanto.


Con los descarados toques de mi mano

Con tu cincel
de crítico descarnado y tenaz
has ido decantando
el barro de mis formas
limándome las imperfecciones
blandiendo tu cincel sin piedad.

Me reconozco en los trozos
desparramados en el suelo
Odio la perfecta estatua
que tu adoras
sobre el pedestal

por eso y por más
seré la que soy
la que es tu-ya
la que amas


Milagros

En la pantalla -mi telescopio hacia el cosmos-
-mi red de atrapar palabras-
aparece un nombre.
Alguien pensó en mí hoy. Allá lejos.
Un mensaje palpita intermitente frente a mí
como un pequeño corazón azul.
Quién te hubiese dicho Flaubert
que tu correspondencia con George Sand
pudo haber sido inmediata.
Nada de escribir a la luz de las velas.
o esperar al caballo o al cartero.


Dios te hizo hombre para mí.

Te admiro desde lo más profundo
de mi subconsciente,
con una admiración extraña y desbordada
que tiene un dobladillo de ternura.

Tus problemas, tus cosas
me intrigan, me interesan
y te observo
mientras discurres y discutes
hablando del mundo
y dándole una nueva geografía de palabras
Mi mente está covada para recibirte,
para pensar tus ideas
y darte a pensar las mías;
te siento, mi compañero, hermoso
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras diferencias
sabiéndonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.

Pintura de un sueño con sofá

Uno de mis languidos pies
entre tus manos
tus dedos fuertes recorriendo el arco
con el que me sostengo sobre la tierra
¿qué es acariciar un cuerpo
sino evadir por un instante
las leyes de la gravedad?
Un par de brazos
para que mis hombros leviten
y mi cabeza tenga un pecho
como punto de apoyo
El viejo sofá y los dos nosotros
Yo contra vos
como un tren que se detiene
en una estación en la noche
y resopla tranquilo
antes de emprender la marcha
otra vez
A veces tengo tanto cansancio de ser
De que mis palabras no digan lo que quiero
Tanta necesidad de un punto oscuro donde cerrar los ojos
y no tener que responder por nada, ni por nadie.
Sería hermoso encontrar esa habitación
con el sofá viejo
donde el arco de mi pie entre tus manos
no pesara como el engranaje de una locomotora
obligada a viajar llena de pasajeros
por un calendario implacable
Pero estamos en un mundo lleno de ruidos
y obligaciones y corazones entregados de lleno
a sus solitarios y tenaces conflictos
Vos y tus ojos viajan en otro carril
como un tren de alta velocidad
Yo que antes alegremente me acoplaba
como vagón de cola al trayecto
no quiero más
que despojarme del aluminio de mi carrocería
y dejarme caer blandamente
sobre un mullido abandono
de caricias en los pies
Quiero un viejo sofá
Un pecho donde el peso de mi cabeza
Sea el viaje
la aventura
y basta.