jueves, 25 de febrero de 2021

Wislawa Szymborska



Ciertos pescadores sacaron del fondo una botella.
Había en la botella un papel, y en el papel estas palabras:
" Socorro!, estoy aquí. El océano me arrojó a una isla desierta.
Estoy en la orilla y espero ayuda. Dense prisa. Estoy aquí!"
-No tiene fecha. Seguramente es ya demasiado tarde.
La botella pudo haber flotado mucho tiempo, dijo el pescador primero.
-Y el lugar no está indicado. Ni siquiera se sabe en qué océano,
dijo el pescador segundo.
-Ni demasiado tarde ni demasiado lejos.
La isla "Aquí" está en todos lados,
dijo el pescador tercero.

El ambiente se volvió incómodo, cayó el silencio.

Las verdades generales tienen ese problema.

De "Sal" 1962




“Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos
sin rutina moriremos.
Aunque fuéramos los alumnos
más torpes en la escuela del mundo,
nunca más repasaremos
ningún verano o invierno.
Ningún día se repite,
no hay dos noches iguales,
dos besos que dieran lo mismo,
dos miradas en los mismos ojos".

Wislawa Szymborska




"La curiosidad: ese es mi motor" Wislawa


Las tres palabras más extrañas

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

... Amor a primera vista, Wislawa Szimborska

... Ambos están convencidos de que los ha unido un sentimiento repentino. Es hermosa esa seguridad, pero la inseguridad es más hermosa. Imaginan que como antes no se conocían no había sucedido nada entre ellos. Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos en los que hace tiempo podrían haberse cruzado? Me gustaría preguntarles si no recuerdan -quizá un encuentro frente a frente alguna vez en una puerta giratoria, o algún “lo siento” o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono-, pero conozco su respuesta. No recuerdan. Se sorprenderían de saber que ya hace mucho tiempo que la casualidad juega con ellos, una casualidad no del todo preparada para convertirse en su destino, que los acercaba y alejaba, que se interponía en su camino y que conteniendo la risa se apartaba a un lado. Hubo signos, señales, pero qué hacer si no eran comprensibles. ¿No habrá revoloteado una hoja de un hombro a otro hace tres años o incluso el último martes? Hubo algo perdido y encontrado. Quién sabe si alguna pelota en los matorrales de la infancia. Hubo picaportes y timbres en los que un tacto se sobrepuso a otro tacto. Maletas, una junto a otra, en una consigna. Quizá una cierta noche el mismo sueño desaparecido inmediatamente después de despertar. Todo principio no es mas que una continuación, y el libro de los acontecimientos se encuentra siempre abierto a la mitad.

De "Fin y principio" 1993    
Versión de Abel A. Murcia


La cortesía de los ciegos

Un poeta lee poemas a unos ciegos.
No se imaginaba que fuera tan difícil.
Le tiembla la voz.
Le tiemblan las manos.

Siente que cada frase
debe superar la prueba de la oscuridad.
Tendrá que arreglárselas solo,
sin luces ni colores.

Peligrosa aventura
para las estrellas de sus poemas,
para la aurora, el arco iris, las nubes, los neones, la luna,
para los peces hasta ahora tan plateados bajo el agua
y los azores tan callados, altos en el cielo.

Lee -porque es ya demasiado tarde para no leer-
sobre el niño de la cazadora amarilla en el verde prado,
sobre los rojos tejados que se pueden contar en los valles,
sobre los vivaces números en las camisetas de los jugadores
y sobre una mujer desnuda tras una puerta entreabierta.

Quisiera omitir -aunque eso no es posible-
a todas aquellos santos en la bóveda de la catedral,
aquel gesto de despedida desde la ventana del vagón,
la lente del microscopio y el destello en el anillo,
y las pantallas y los espejos y el álbum con rostros.

Pero es grande la cortesía de los ciegos,
grandes su comprensión y su magnanimidad.
Escuchan, sonríen, aplauden.

Alguno de ellos incluso se acerca
con un libro abierto al revés
pidiendo un autógrafo invisible para él.


Si acaso

Podía ocurrir.
Tenía que ocurrir.
Ocurrió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Ocurrió; no a ti.

Te salvaste porque fuiste el primero.
Te salvaste porque fuiste el último.
Porque estabas solo. Porque la gente.
Porque a la izquierda. Porque a la derecha.
Porque llovía. Porque había sombra.
Porque hacía sol.

Por fortuna había allí un bosque.
Por fortuna no había árboles.
Por fortuna una vía, un gancho, una viga, un freno,
un marco, una curva, un milímetro, un segundo.
Por fortuna una cuchilla nadaba en el agua.

Debido a, ya que, y en cambio, a pesar de.
Qué hubiera ocurrido si la mano, el pie,
a un paso, por un pelo,
por casualidad,
Ah, estás? Directamente de un momento todavía entreabierto?
La red tenía un solo punto, y tú a través de ese punto?
No dejo de asombrarme, de quedarme sin habla.
Escucha
cuán rápido me late tu corazón.

De "Si acaso" 1978      
Versión de Abel A. Murcia

Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo. 

No vuelo sobre él, de él no huyo 
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca. 
No es mi voz el canto del pez en la red. 
Ni de mi dedo rueda el anillo. 
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde 
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca 
para que taña la campana en mi cabello. 
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped 
que abriera las paredes a su paso. 
Ya jamás volveré a morir tan levemente, 
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente, 
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca, 
demasiado cerca. Oigo el silbido 
y veo la escama reluciente de esta palabra, 
petrificada en abrazo. Él duerme, 
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo 
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida, 
que de mí que estoy a su lado. 
Ahora, para ella crece en él el valle 
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada 
en el aire azul. Estoy demasiado cerca, 
para caer del cielo. Mi grito 
sólo podría despertarle. Pobre, 
limitada a mi propia figura, 
mas he sido abedul, he sido lagarto, 
y salía de tiempos y damascos 
mudando los colores de mi piel. Y tenía 
el don de desaparecer de sus ojos asombrados, 
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca, 
demasiado cerca para que él sueñe conmigo. 
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida, 
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias. 
En la punta de cada una de ellas, para su recuento, 
Se han sentado ángeles caídos. 

Versión de Elzbieta Borkiewicz

Elogio de la mala conciencia de uno mismo

El buitre no tiene nada que reprocharse.
Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.
No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.
El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.
No existe un chacal autocrítico.
El tábano, la langosta, la tenia y el caimán
viven como viven y así están satisfechos 

De cien kilos es el corazón de la orca,
pero no le pesa.
Nada más animal
que una conciencia limpia
en el tercer planeta del Sol.

Traducción de Abel a. Murcia Soriano

Paisaje con un grano de arena
Lo llamamos grano de arena.
Pero él no se llama a sí mismo ni grano ni arena.
Prescinde de nombre
común, individual,
fugaz, duradero,
erróneo o adecuado.
Indiferente a nuestra mirada, al tacto.
No se siente ni visto ni tocado.
Y si cae en el alféizar de la ventana
la vivencia es nuestra, no suya.
A él tanto le da donde caer
sin la certeza de estar cayendo
o de haber caído ya.
Desde la ventana hay una bella vista sobre el lago,
pero esta vista no es capaz de verse a sí misma.
Incolora, informe,
inaudible, inodora
e indolora vive en este mundo. 
El fondo del lago nunca toca el fondo,
sus orillas no tienen orillas.
Sus aguas no se mojan ni tampoco se secan.
Las olas no se sienten singulares ni plurales.

Susurran sordas a su susurro
entre piedras ni pequeñas ni grandes.
Y todo sucede bajo un cielo de por sí inceleste,
donde el sol se pone sin ponerse nunca
y sin ocultarse se oculta tras una nube inconsciente,
que el viento alborota por el mero impulso
de soplar.

Transcurre un segundo.
Otro segundo.
Un tercer segundo.
Pero son sólo nuestros tres segundos.
El tiempo ha volado cual mensajero con una noticia urgente.
Pero sólo es un símil por nosotros elaborado.
Personaje inventado, atribuida la prisa,
inhumana la noticia.


Wislawa Szymborska (Kornik, Polonia, 1923-2012)
Poeta y ensayista polaca nacida en Kórnik, Poznan, en 1923.
Vivió en Cracovia desde que  su familia se trasladó allí en 1931. Estudió Literatura Polaca y Sociología en la Universidad Jagiellonian, dedicándose desde entonces al ejercicio literario.
Con su primera publicación "Busco la palabra" en 1945, seguida de "Por eso vivimos" en 1952 y "Preguntas planteadas a una misma" en 1954, logró situarse en los primeros planos del panorama literario europeo. 
"Apelación al Yeti" en 1957, "Sal" en 1962,"En el puente" en 1986, "Fin y principio" en 1993 y 
"De la muerte sin exagerar" en 1996, contienen parte de su restante obra.
Fue galardonada con importantes premios, entre los que se destacan, 
Premio del Ministerio de Cultura Polaco 1963,  Premio Goethe 1991, Premio Herder 1995  y 
Premio Nobel de Literatura 1996.  Recibió además el título de Doctor Honorífico de la Universidad Adam Mickiewicz en Poznan, 1995.  Falleció el 1° de febrero de 2012. 

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