La sociedad occidental está sufriendo un silencioso cambio de
paradigma: el exceso de positividad está conduciendo a una sociedad del
cansancio. Así como la sociedad disciplinaria foucaultiana producía
criminales y locos, la sociedad que acuñado el eslogan "yes we can"
produce individuos agotados, fracasados y depresivos.
Según
el autor, la resistencia solo es posible en relación con la coacción
externa. La explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que
la externa, ya que ayuda al sentimiento de libertad (a la idea
que se tiene de libertad)
Esta forma de explotación resulta mucho más
eficiente y productiva debido a que el individuo decide voluntariamente
explotarse a sí mismo hasta le extenuación.
Resulta muy difícil rebelarse cuando víctima verdugo, explotador y explotado, son la misma persona.
Los
occidentales deberíamos abandonar conceptos como originalidad,
genialidad y creación de la nada y buscar una mayor flexibilidad en el
pensamiento "jugar más, trabajar menos, entonces produciríamos más.."
Sin
embargo, esto no deja de ser para el autor una utopía inalcanzable para
una sociedad en la que todos, incluso el ejecutivo mejor pagado,
trabajamos como esclavos aplazando indefinidamente el ocio.
El Prometeo cansado
El
mito de Prometeo puede reinterpretarse considerándolo una
escena del aparato psíquico del sujeto de rendimiento contemporáneo,
que se violenta a sí mismo, que está en guerra consigo mismo. En
realidad, el sujeto de rendimiento, que se cree en libertad, se halla
tan encadenado como Prometeo.
El águila que devora su hígado en
constante crecimiento es su alter ego, con el cual está en guerra.
Así
visto, la relación de Prometeo y el águila es una relación consigo
mismo, una relación de autoexplotación.
El dolor del hígado,
que en sí es indoloro, es el cansancio. De esta manera, Prometeo, como
sujeto de autoexplotación, se vuelve presa de un cansancio infinito.
Kafka
emprende una reinterpretación interesante del mito en su críptico
relato «Prometeo»: «Los dioses se cansaron; se cansaron las
águilas; la herida se cerró de cansancio». Kafka se imagina aquí un
cansancio curativo, un cansancio que no abre heridas, sino que las
cierra. La herida se cerró de cansancio. Asimismo, el presente
ensayo desemboca en la reflexión de un cansancio curativo.
Tal
cansancio no resulta de un rearme desenfrenado, sino de un amable
desarme del Yo.
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