lunes, 17 de septiembre de 2018

Hélène Cixous de "Ver a no saber"



"Ella era una mujer, pero no absolutamente, ella era una mujer con.
Con hombre, con-contra-sin hombre o caballo o maquina de escribir.
Pero madre lo era absolutamente, en la gran soledad de las madres verdaderas: Madre. Madera. Bruta. Grande. Primitiva.

Ella era un agente que luchaba con el ángel para hacerle pronunciar su nombre, y en la lucha ella era el ángel también, el ángel angustia y el ángel calma. Paradójica.
Con la fuerza de una ventana abierta sabía que ella no era "el autor"
con autoridad de sus libros.
Sus libros eran tempestades que pasaban por encima de su persona,la atravesaban, eran más libres que ella. (...)

Pero ella no podía vivir sin un perro. Es decir sin su misterio de amor, un misterio encamado y acariciable.
Sin su filosofía sin palabras. Ella no hubiera podido vivir sin su reino próximo, el animal.
Sólo las personas iniciadas a la animalidad podrán seguir el rastro de su pensamiento amante.
Ella quería amar como se ve: sin poseer, acercándose. Como la gallina ama sin saber el huevo. Abstracta, abstraída. Pero le es más sencillo a la gallina amar distraída (el huevo) que a la madre amar bien al hijo.
Porque la madre pensó "mi hijo" el primer día.
Luego es necesario disolver el posesivo.

Si la madre es buena, es decir iniciada, mirará al hijo con la mirada respetuosa indirecta; una mirada vacía,
la mirada de una ventana o de una vaca rumiando el misterio de la maternidad. (...)

La madre no pesa más que la luz. Baña al hijo sin tocarlo-tomarlo. La luz de bendición. Silenciosa dice: veo. (...)

Se trata de adoptar y de dejarse adoptar. Conservando siempre la opción posible: la elección.
De amar un niño como se ama a un perro encontrado y a un perro como a un niño encontrado, de recibir al otro como una gracia, al otro como cualquier otro. Es un perro que no se le parece.

No me hablas en mi lengua, no eres de mi sangre, pero hablamos el mismo silencio y tu misterio mira mi misterio directamente a los ojos con una mirada límpida..." 


de "Ver a no saber" por Hélène Cixous

"Quería tener la fuerza de una ventana: y entonces miraría "afuera" con los ojos inmóviles quietos pacientes muy abiertos, enmarcados en el marco de madera, ojos de ventana. Ojos ni de afuera ni de adentro, sino exactamente en el trayecto. Y delante de semejantes ojos, las cosas intactas, preservadas de la violencia de la mirada de una persona, se mostrarían, cada una. Cumplirían con su visibilidad.
...Ver: Ojo! Porque ese ver significaba ver aparecer y respetar, ver profundamente y sin alterar, sin tomar ni colorear con el pensamiento, ver desarticulando los ojos humanos que poseen manos, ver antes que todo pensamiento. Ver las primeras cosas por primera vez (cada vez por primera vez) era su esperanza y su dificultad.
Es un trabajo, una insistencia y una pasión. Le requirió siempre la extrema lentitud de una vigilancia y la extrema rapidez de la iluminación: ella quería ver el día y el momento en que el día va a dar a luz a la noche. Para llegar a ver mejor miraba por el agujero de la lona de la tienda. Enfocar ya no tenía secretos para ella.
Sólo que a través del hueco de la cerradura se ve la habitación como si no se estuviese ahí. Hay que inventar el punto de vista más puro: ver en ausencia propia. Ver como ve Dios.
Una curiosidad sublime la incitaba a distanciarse para respetar mejor. Procuraba deshacer todas las tentaciones de apropiación, de relación. Inventar la mirada. Aquella que no fuera su propia mirada, ni la mirada de una mujer. Ella quería lo próximo sin lo propio. La coexistencia de los sujetos libres.
Tomaba del caballo un punto de vista sobre un campo de maíz. Y la vaca mira con dos puntos de vista opuestos al mismo tiempo. Ella cambiaba a menudo de punto de vista, se trataba de una danza, de una manera de pasar del interior al exterior, de un lado al otro, de lo personal a lo impersonal, de lo masculino a lo femenino, velando con todos sus ojos en la dirección al mundo. Sin olvidar el punto de vista de un faro.

A fuerza de tanto y tan bien mirar y de prestarse sin recelo a la posibilidad de una Llegada, de tanto ejercitar su ser a la sumisión al mundo, las cosas llegaban, por primera vez. Ella veía. Realizaba un descubrimiento:ser. Desnudas. Fue testigo de muchas apariciones. Y mientras surgían en el horizonte e iban precisando su presencia, ella las veía. Y cada vez se trataba del ejercicio del verbo ser: la silla es. Era la primera silla. Erase una vez una niña. Con sombrero. La niña era. Un sombrero estaba, un poco torcido sobre la cabeza. Nunca se vieron tantos comienzos. Con los ojos de una vaca o con el punto de vista de un faro, ella veía el primer grado de las cosas.
Tras el comienzo sobrevenía sin embargo un poco de duración: ella lograba, como por ruego, mantener las cosas, durante un instante, presentes. El instante era corto y profundo, y era un deslumbramiento. Durante el trozo de presente suspendido a sus pestañas le daba el tiempo a la visión: veía una ardilla, un tubo de caucho, un cable eléctrico enrollado alrededor de una plancha, un ciego masticando chicles, de pie en la parada del autobús.
Algunas visiones devastaban su vida doméstica y la proyectaban perdida en la vida salvaje. Todo era triunfo y superación de sí misma. Ella veía el uno y el todo, lo finito y lo infinito.
Ella era el resultado de haber nacido dos veces en poco tiempo, una vez en un continente, nacimiento retenido luego durante dos meses para renacer en otro continente, nacida dos veces de un viaje lento difícil y precipitado, para finalmente llegar a la lengua brasileña. Después no dejó de seguir llegando a su propia lengua con ese ligero desfase. Lo que le otorgó para siempre tener esa suerte y esa extranjeridad: adoptaba el brasileño, lo descubría nuevo en cada frase..."

Ver a no saber por Hélène Cixous
de "Un aprendizaje o El libro de los placeres" Clarice Lispector


Hélène Cixous (nació en Oran, Argelia francesa el 5 Junio de 1937) hija de una madre alemana judía asquenazí y un padre algerí judío sefardí. Feminista francesa, profesora universitaria, escritora, poeta, dramaturga, filósofa, crítica literaria y especialista en retórica.

Cuenta con grados honoríficos otorgados por las universidades Queen's University y la Universidad de Alberta en Canadá; la Universidad College Dublin en Irlanda; la Universidad de York y la Universidad College London en el Reino Unido; y la Universidad Georgetown, la Universidad Northwestern y la Universidad de Wisconsin- Madison en Estados Unidos.

Se graduó en 1959 y obtuvo su doctorado en letras en 1968. Se especializó en literatura inglesa y, en especial, en los trabajos de James Joyce. En 1968, publicó "El exilio de James Joyce o el arte de la sustitución" y, al año siguiente, su primera novela "Dedans", un trabajo semi autobiográfico que ganó el premio Médicis.





"La escritura que se atreve a vertiginosa travesía de otros, efímeras, apasionadas estancias en él, ellos, ellas, que habita el tiempo suficiente para mirarles lo más cerca posible del inconsciente y amarles lo más cerca posible de la pulsión y acto seguido, más lejos, completamente impregnada de esos breves abrazos, ella va y pasa al infinito.

Ella sola se atreve y quiere conocer desde dentro, donde ella, la excluida no ha dejado de oír el eco del pre-lenguaje. Deja hablar la otra lengua de las mil lenguas que no reconoce ni el muro de la muerte. No niega nada a la vida. Su lengua no contiene, transporta; no retiene, hace posible.

Su enunciación es ambigua, percibiéndose ser - la maravilla de ser varias; no se defiende de sus desconocidas de las que se sorprende, gozando de su don de alterabilidad.

Soy Carne espaciosa que canta: en la que se injerta nadie sabe qué yo (femenino, masculino) más o menos humano pero ante todo, vivo por su transformación.




La veo "comenzar". Eso se escribe, esos comienzos que no dejan de seducirla. Eso puede y debe escribirse.

Hay un suelo, es su suelo -infancia, carne, sangre brillante - o fondo. Un fondo blanco, inolvidable, olvidado y ese suelo, cubierto por una cantidad infinita de estratos, de capas , de hojas de papel, es su sol. Y nada puede apagarlo.

La luz femenina no procede de arriba, no cae, no sorprende, no atraviesa. Irradia; es una ascensión, lenta, suave, difícil, absolutamente imparable, dolorosa que avanza, que impregna las tierras, que filtra, brota y finalmente desgarra, humedece, separa las espesuras, los volúmenes. Desde el fondo, luchando contra la opacidad.

Esta luz no detiene, abre y veo que, bajo esta luz, ella mira muy cerca y percibe los nervios de la materia. De los que no tiene ninguna necesidad. Su despertar no es una erección. Sino difusión. No es el trazo. Es la nave. Que escriba!

Y su texto, buscándose, se conoce más que carne y sangre, pasta amasándose, levantándose, insurrecional, con ingredientes sonoros, perfumados, combinación agitada de colores flotantes, follajes y ríos, lanzándose al mar que alimentamos (...)

Más o menos aladamente mar- tierra, desnuda qué materia nos repelería?

Todas sabemos palparlas. Hablarles. Heterogénea, sí, para su gran suerte, erógena, es la erogeneidad de lo heterogéneo; no se aferra a sí misma, la nadadora aérea, la que vuela/roba.

Prófuga, asombrosa, deseosa y capaz de otra, de la otra mujer que será, de la otra que no es, de él, de ti..."


H.Cixous





En cuanto a los iniciados


Pero ella no podía vivir sin un perro.
Es decir sin su misterio de amor, un misterio encamado y acariciable.

Sin su filosofía sin palabras.

Ella no hubiera podido vivir sin su reino próximo, el animal.

Sólo las personas iniciadas a la animalidad podrán seguir el rastro de su pensamiento amante.
Ella quería amar como se ve: sin poseer, acercándose. Como la gallina ama sin saber el huevo. Abstracta, abstraída. Pero le es más sencillo a la gallina amar distraída (el huevo) que a la madre amar bien al hijo.

Porque la madre pensó "mi hijo" el primer día. Luego es necesario disolver el posesivo.

Si la madre es buena, es decir iniciada, mirará al hijo con la mirada respetuosa indirecta;
una mirada vacía,
la mirada de una ventana o de una vaca rumiando el misterio de la maternidad. (..)

La madre no pesa más que la luz. Baña al hijo sin tocarlo-tomarlo.
La luz de bendición. Silenciosa dice: veo.
No toca, emplea el tacto: como el amor es indirecto.

Pongo la mano sobre el tronco del árbol sobre el cual se está puesta tu mano.
El árbol hace de tercero interpuesto. La metonimia era su magia delicada.

Se trata de adoptar y de dejarse adoptar. Conservando siempre la opción posible: la elección.

De amar un niño como se ama a un perro encontrado y a un perro como a un niño encontrado,
de recibir al otro como una gracia, al otro como cualquier otro. Es un perro que no se le parece.

No me hablas en mi lengua, no eres de mi sangre, pero hablamos el mismo silencio
y tu misterio mira mi misterio directamente a los ojos con una mirada límpida..."

Una vez quiso acercarse al hombre que fue mas solo del mundo por haber llevado el amor desde el niño hasta Dios. Ella quiso acompañar a Abraham al Monte Moria, allá en donde tiene lugar el sacrificio del huevo y de la gallina.

Pero como puede una persona pretender compartir la soledad absoluta de aquel que es tan extremadamente humano que puede responder a Dios frente a frente. Es imposible.
Entonces se hace el asno.
Trotaba al lado de ese hombre que subía más alto que el mismo libremente y sin temor.
Arriba todo era absoluto. El cielo: absoluto. La luz: absoluta.
La vida: absoluta. La muerte: desconocida.

Siempre soñó con saltar de lo conocido a lo desconocido. Luego de lo desconocido a lo conocido.

Eso fue sin duda lo que hizo. El asno murió con alegría.
Ella murió una primera vez por encima de toda la humanidad.
Luego bajó de la montaña para morir otra vez ante testigos.
Para finalizar?
Nunca había fin.

La ventana del libro se cerraba. Uno de los gallos de su zoológico lanzaba el grito del día.
Siempre tenía apenas el tiempo de saltar fuera hacia la noche siguiente.

Entonces venía:

...


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