sábado, 7 de junio de 2014

Quién me escribe? Hélène Cixous




"Quién me hace escribir, gemir, cantar, osar? ¿Quién me da el cuerpo que jamás tiene miedo de tener miedo? Quién me escribe? ¿Quién hace de mi vida el campo carnal de una leva de textos?

La Vida en persona. Hace mucho tiempo que los nombres nada más que propios en el ansia de poseer ya no son propios para nombrar al ser que iguala a la Vida.
Todos los nombres de la Vida le van, todos los nombres juntos no bastan para designarlo. Cuando haya terminado de escribir, cuando hayamos retornado al aire del canto que somos, el cuerpo de textos que
hayamos hecho será uno de sus nombres entre tantos otros.

Ni padre ni madre, ni hermano ni hombre ni hermana, sino el ser que en el instante el amor nos propone devenir porque él nos place o nos importa en esa escena, en esos brazos, en ese espacio marcado por
signos -políticos, culturales, y recorrido por signos amorosos.

Con frecuencia eres mi madre muchacho y yo a menudo tu hija hijo, tu madre mineral, y tú mi padre
salvaje, mi hermano animal. Hay posibilidades que no surgieron nunca.
Otras totalmente imprevistas que nos ocurrieron una sola vez.

 Flores, animales, artefactos, abuelas, árboles, ríos, nos atraviesan, nos cambian, nos sorprenden.

Escribir: primero soy tocada, acariciada, lastimada, después busco descubrir el secreto de ese tocamiento para extenderlo, celebrarlo y transformarlo en una caricia distinta.

Todo lo que puedo decir de esto es que la "llegada" al lenguaje es una fusión, un vaciado en fusión, si hay "intervención" de mi parte es una especie de «posición», de actividad - pasiva como si yo me incitara:

"déjate hacer, deja pasar la escritura, déjate mojar; limpiar, relájate, hazte río, lámelo todo, abre,
desatranca, levanta las compuertas, rueda, déjate envolver.."

Una práctica de la más grande pasividad.
A la vez una vocación y una técnica. Esta pasividad es nuestra manera -en verdad activa- de conocer
las cosas dejándonos conocer por ellas. Tú no buscas dominar. Demostrar, explicar, captar. Y entonces enjaular. Embolsar una parte de la riqueza del mundo. Sino transmitir: hacer amar haciendo conocer.

A tu turno quieres afectar, quieres despertar a los muertos, quieres recordarles a las personas que en otro tiempo lloraron de amor, y temblaron de deseos y que estaban entonces cerquita de la vida y que desde entonces pretenden sin tregua alejarse de ella.

Continuidad, abundancia, deriva, ¿es esto específicamente femenino? Así lo creo.

Y cuando semejante torrente se escribe desde un cuerpo de hombre, significa que en él la feminidad no está prohibida. Que él no fantasea su sexualidad alrededor de un grifo.
No le preocupa quedarse sin agua, no recurre a su bastón mosaico para escalar los peñascos.
Dice: "Tengo sed", y la escritura brota.

Hundirse en la propia noche, tener con lo que sale de mi cuerpo la misma relación que con el mar, aceptar la angustia de la sumersión. Hacer cuerpo con el río hasta los rápidos más bien que con la barca, exponerse a este peligro, es un goce femenino.

Mar, tú retornas al mar,  y ritmo al ritmo. Y el constructor: de polvo en polvo a través de sus monumentos erigidos.

La feminidad de un texto no se deja reunir en conjunto ni señalar con flechas. ¿Quién le pasará el freno a la divagación? ¿Quién traerá el afuera a los muros?

Como si yo viviera en conexión directa con la escritura, sin red.(?)

En mí el canto pero que, apenas emitido, accede al lenguaje: un flujo inmediatamente texto.

No hay corte, sin sentido, con sentido (?) , sanción, todo está escrito desde siempre,
todos los sentidos están echados. Más tarde si salgo de mis aguas toda chorreante de mis placeres, si vuelvo a remontar mis riberas, si observo desde mi orilla los retozos de mis peces sueños, percibo las figuras innumerables  que producen en su danza;  ¿no basta que corran nuestras aguas de mujeres para que se escriban sin cálculo nuestros textos salvajes y populosos?

Nosotras mismas en la escritura como los peces en el agua, como los sentidos en nuestras lenguas y la
transformación en nuestros inconscientes. "

Fragmentos de "La llegada a la escritura" Hélène Cixous


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